…”Cuento breve, basado en un hecho de la vida real, con pequeña licencia, para contribuir a su fin fantástico”…
La tarde pegajosa de aquel 17 de noviembre ingrese al Predio Costa Salguero donde se festejaba el Festival de Cine Erótico Internacional, en búsqueda una vez más, de nuevas oportunidades.
No era mi intensión transformarme en una actriz porno, pero si en una incipiente pyme. Muchos productos de lencería, cosmética, dildos, esposas, látigos y hasta maquinas sexuales automáticas, estarían exhibiéndose junto a sus fabricantes. Seguramente algún negocio de ahí saldría, aumentaría mis ingresos y hasta le daría sosiego a mi curiosidad en el tema…el de las maquinas digo.
Comencé una caminata prolija y ordenada respetando el sentido de la agujas de reloj para no pasar por alto ningún stand. Recogí de cada uno de ellos, folletos informativos, tarjetas personales y algunos obsequios a modo de souvenirs, de las manos de promotoras de lolas turgentes solo decoradas con unas estrellita en sus pezones. Exquisitos lubricantes con sabor a almendra con pistacho y ardientes cremitas de maca y jengibre.
Algo detuvo mi marcha, un tumulto alocado me elevo por el aire y me expulso a un costado. Todos queriendo ver, sacando del medio los objetos que interferían en la visión, en este caso, yo.
La bendita Cicciolina enfundada en un tubo de látex y sus labios virginales color sangre, eran los responsables de interferir mi marcha; pero como petisa y obsesiva, inmediatamente me incorpore y continúe a la brevedad, en la búsqueda de las nuevas oportunidades comerciales y su material de respaldo.
En la línea recta que me unía a Toor, el humor de mis alucinaciones se retorcía de placer. No pude respetar ni por un segundo, su exagerado sufrimiento, más bien me reí de él.
Esa mole de carne amorfa y enorme se abalanzaba sobre mí, apuntándome con el dedo índice de su mano derecha, después el dedo índice de su mano izquierda, segundos más tarde, sus 10 dedos regordetes y extendidos me apuntaban como misiles.
Juro que intente ser cordial con él, lo juro, pero ese hombre de 210 kg. Vestido con una túnica dorada, sobre franciscanas que pedían a gritos ser liberadas de esos pies, y un cordón ajustado debajo del ombligo, sujetando a toda una humanidad comprimida, me impidieron ser amable.
La bola de fuego rodaba hacia mí expandiendo borbotones de sudor a los cuatro puntos cardinales. Los engranajes de la imaginación concatenaron posibilidades: un meteorito ingresando a la atmosfera terrestre? Un bombón de chocolate en su envoltorio expuesto al sol ? Un sol ?.
No sé si fue o será pecado, pero yo me tente...
Toor no dejaba de retorcerse, de apuntarme y de emitir sonidos guturales y desesperados con su gruesa garganta. Pisando y sobre pisando sus propios pasos.
Yo reía de inconsciente, sin entender que sucedía; reía de lo absurdo que era Toor, reía de lo bizarro y lo inexplicable, reía de puro nervio.
Cada vez más cerca, cada vez más grande, hasta que su redondo y prominente abdomen se clavó frente a mí.
Fui cruel, no hice nada para atender su reclamo. Su angustia me seguía generando risas, el me apuntaba a mi cartera, me acusaba con todo su cuerpo, con la mirada agonizante de quien pierde el poder de la magia en un encuentro de amor.
Cansado de mi desinterés por ayudarlo, volvió tras sus pasos, oraba al cielo con las manos en alto, rezaba algunas plegarias, imploraba a los Dioses, a todos los Dioses juntos. Hurgueteó por fin entre los pliegues de su túnica, extrajo un móvil, y comenzó a pedir ayuda mientras rodaba en su propio eje como un trompo.
Minutos más tarde mi sonrisa se esfumo. Toor era un Tarotista, amarrador de parejas y creador de embrujos sexuales para que la pasión este siempre de fiesta.
Se acercaba hacia mí con paso aplanador, y agitando los brazos, dos policías del mismo tamaño que él, custodiaban sus laterales y acompañaban su marcha.
El brujo se arrodillo ante mí, abrazo mis rodillas y apoyo su cara sudada en mi abdomen, implorándome que le devolviera LA MAGIA. Me acusaba de habérsela quitado, el ya no podría trabajar sin ella. A esa altura yo ya no reía, en más, creo recordar que el temor a lo que estaba pasando me genero algo de incontinencia.
Los policías se acercaron y señalaron mi cartera, y con ademanes concretos me exigieron abrirla…. Ahí entendí todo, allí estaba la magia de la que hablaba Toor.
Era la carta del 4 de oro de las barajas españolas, esa carta era la que le daba el poder Mágico a Toor, sin ella su vida estaba liquidada. Esa carta que en mi afán de recolectar información de manera despistada, hurte y además atrevidamente, después reí antes las disparatadas suplicas de su dueño, sin entender el reclamo ni hacer un esfuerzo por ello.
Después de las disculpas correspondientes de mi parte y del infinito agradecimiento del Brujo, llego la calma. Pero Toor en señal de agradecimiento insistió en que pase por su stand antes de retirarme, que tendría una pequeña compensación conmigo. Insistió, no me negué.
La historia se repite, sigo buscando oportunidades, solo que ahora me es más difícil, soy poco creíble, me rio, me rio todo el tiempo, por cualquier cosa. Me rio de día, de noche, en los velorios, en las fiestas, con los clientes, los proveedores, los amigos y los familiares. Vivo en un estado de carcajada extrema. No puedo parar de reír, Toor supo muy bien como vengarse de mí.